El incendio de la idea
La tierra se resquebraja, pero no por sequía:
arde por dentro.
En medio del páramo, una idea —enterrada, ignorada—
se niega a extinguirse.
No clama, no exige:
enciende.
Y al hacerlo, convoca sombras y tormentas,
porque toda luz verdadera despierta su propio huracán.
El pensamiento no pide permiso cuando viene a quemarlo todo.