La ascensión del relámpago
Fuiste invocado por algo que no tiene nombre.
No rezaste, no suplicaste: simplemente ardiste.
Las manos que te rodean no aprietan ni protegen,
solo despiertan lo que dormía en tu médula eléctrica.
La gravedad cedió cuando comprendiste
que no eras cuerpo atrapado,
sino chispa contenida.
Y así ascendiste, no al cielo,
sino al núcleo incandescente de lo que ya eras.