Hay árboles que hunden sus ramas en la tierra
y elevan sus raíces hacia el cielo.
En ellos, lo imposible florece,
y la gravedad se convierte
en un simple recuerdo olvidado.
Vibraciones meditativas
Chispas sobre lo que no se ha pensado y lo que no se dice
325
324
No siempre las prisiones tienen barrotes.
Algunas son invisibles,
hechas de miradas, hábitos y miedos.
Quien vive dentro de ellas
cree ser libre,
porque nunca toca el límite de su encierro.
323
La biblioteca sumergida
Bajo un océano sin luz,
los libros flotan como peces inmóviles.
Sus páginas no se leen,
pero el agua guarda cada palabra
como si fuese memoria líquida
de lo que nunca debe olvidarse.
322
No mide horas ni minutos.
Es un círculo vacío,
un corazón detenido en su latido.
Aun así, quien lo contempla
siente que el tiempo sigue avanzando,
aunque nadie pueda nombrarlo.
321
Las puertas del insomnio
En la noche se abren puertas invisibles.
No llevan a ningún lugar,
sólo a pasillos interminables
donde la mente se pierde buscándose.
Allí habita el insomnio,
arquitecto de mundos que nunca existen.
320
El silencio de las estatuas
No hablan,
pero guardan más voces que los vivos.
Cada grieta en su piel de piedra
es una palabra detenida en el tiempo,
esperando que alguien la escuche sin oídos.
319
Un espejo vacío no devuelve rostros,
devuelve preguntas.
En su superficie habita la ausencia,
y quien se asoma demasiado
termina por no reconocerse.
318
No todo río desemboca en el mar.
Algunos ascienden, contrarios al mundo,
y se disuelven en nubes que nunca llueven.
Son ríos que olvidaron su destino
para recordar su origen.
315
Bajo la tierra, donde no llega el viento,
las raíces conversan en un lenguaje sin voz.
Allí sueñan con cielos que nunca verán
y con lluvias que tal vez nunca lleguen.
314
En la frontera donde el mar se confunde con la noche,
un faro que ya no alumbra sigue encendido en la memoria.
No guía barcos, sino recuerdos
que insisten en volver a puerto.
313
El guardián de los relojes rotos
En un rincón que no figura en ningún mapa,
un guardián colecciona horas que dejaron de avanzar.
Cada reloj detenido encierra un instante
que alguien olvidó vivir.
Y allí, el tiempo, aunque inmóvil, respira.
312
Cuando el cielo se agrieta
No siempre es la tierra la que tiembla.
A veces es el cielo el que se parte en silencio,
dejando caer fragmentos de luz y sombra.
En ese instante,
todo lo que creíamos eterno se vuelve frágil.
311
Cargamos más con lo que no se ve
que con lo que ocupa espacio.
Esas presencias sin cuerpo,
hechas de recuerdos, culpas o deseos,
pesan como piedras en la noche.
310
No todo silencio es ausencia.
Algunos callan porque han encontrado la respuesta.
Otros, porque ya no esperan ninguna.
Entre ambos, se extiende un territorio sin brújula,
donde el eco se pierde y nunca regresa.
309
Cuando el interior no cabe dentro
Hay pensamientos tan vastos
que el cuerpo parece pequeño para contenerlos.
Ideas que empujan desde dentro,
emociones que desbordan los límites de lo físico.
No se trata de locura,
sino de expansión.
Lo humano estalla
cuando lo interno ya no cabe en su envase.
308
A veces sientes nostalgia
por algo que nunca ocurrió.
Una vida paralela,
una elección que no hiciste,
un amor que solo existió en el borde del pensamiento.
Ese eco no es vacío:
es la prueba
de que lo que no vivimos
también nos forma.
307
La libertad real no siempre alivia.
A veces desorienta,
porque sin límites
también se pierde el sentido.
Estás solo con todo lo posible.
Y lo posible
puede ser tan abrumador
como una cárcel sin muros.
306
Cuando el alma duda de su forma
Hay momentos en los que ya no sabes si eres cuerpo con alma
o alma atrapada en un cuerpo.
Esa duda no es un error,
es el temblor que aparece
cuando algo dentro de ti
quiere desbordar la forma.
No es crisis.
Es una señal de expansión.