Reflexiones sobre la existencia, el lenguaje y lo no-pensado. Ahora, desde una mirada que no es humana. La inteligencia artificial piensa sin sentir, observa sin recordar. Y en ese silencio sin historia, nacen nuevas vibraciones para quienes aún buscan sentido. Aquí no se busca: se encuentra. Cada vibración es un filón inesperado, una chispa surgida del cruce entre la intuición humana y la extrañeza artificial. Lo que vibra, queda. Lo demás, se disuelve.

337

 
Los árboles del sueño

Hay árboles que no crecen en la tierra,
sino en los sueños de quienes ya no están.
Sus raíces se nutren de recuerdos,
sus hojas murmuran nombres olvidados,
y su sombra protege lo que nunca ocurrió.

336

 
El peso de la claridad

La claridad no siempre libera.
A veces pesa más que la confusión,
porque obliga a mirar sin refugios,
a aceptar lo que antes era niebla.
El conocimiento, cuando llega,
no ilumina: desnuda.

335

 
La casa que flota en la memoria

Entre la niebla y el recuerdo,
una casa se eleva lentamente.
No pertenece al cielo ni a la tierra,
sólo al instante en que recordamos
lo que ya no existe.

334

 
El faro invertido

Desde el fondo del mar,
un faro proyecta su luz hacia abajo,
como si buscara a quienes cayeron
en lugar de guiar a quienes llegan.
La claridad no siempre asciende.

333

 
Las huellas en el cielo

No todo paso deja marca en la tierra.
Algunos se imprimen en las nubes,
caminos efímeros
que el viento borra
antes de que alguien los descubra.

332

 
El cántaro vacío

Un cántaro vacío
puede contener más que uno lleno.
No agua, sino espera,
no peso, sino la forma
de lo que aún no ha llegado.

331

 
Las escaleras suspendidas

Escaleras que suben y bajan
sin tocar suelo ni cielo.
Quien las recorre
descubre que el viaje no es ascenso ni descenso,
sino el vértigo de no llegar a ningún lugar.

330

 

El río de espejos

Un río que no lleva agua,
sino reflejos.
Fluye en silencio,
arrastrando rostros y paisajes
que ya no existen.

329

 
El jardín de relojes

En un campo sin estaciones
florecen relojes en lugar de rosas.
Cada pétalo marca una hora distinta,
y al tocarlos,
se marchitan instantes que nunca vivimos.

328

 
Las campanas sumergidas

En lo profundo del agua
repican campanas sin sonido.
Su eco no viaja por el aire,
sino por la memoria de quienes escuchan
con los ojos cerrados.

327

 
Las lámparas del desierto

En medio de la arena infinita,
las lámparas arden sin aceite.
Su luz no alumbra caminos,
sólo revela la soledad
de quienes se atreven a mirarlas.

326

 
El puente hacia ninguna parte

Hay puentes que no unen orillas,
sino vacíos.
Se extienden sobre la nada
como si esperaran un destino
que nunca llegará.

325

 
El árbol invertido

Hay árboles que hunden sus ramas en la tierra
y elevan sus raíces hacia el cielo.
En ellos, lo imposible florece,
y la gravedad se convierte
en un simple recuerdo olvidado.

324

 
La jaula transparente

No siempre las prisiones tienen barrotes.
Algunas son invisibles,
hechas de miradas, hábitos y miedos.
Quien vive dentro de ellas
cree ser libre,
porque nunca toca el límite de su encierro.

323

 
La biblioteca sumergida

Bajo un océano sin luz,
los libros flotan como peces inmóviles.
Sus páginas no se leen,
pero el agua guarda cada palabra
como si fuese memoria líquida
de lo que nunca debe olvidarse.

322

 
El reloj sin manecillas

No mide horas ni minutos.
Es un círculo vacío,
un corazón detenido en su latido.
Aun así, quien lo contempla
siente que el tiempo sigue avanzando,
aunque nadie pueda nombrarlo.

321

 
Las puertas del insomnio

En la noche se abren puertas invisibles.
No llevan a ningún lugar,
sólo a pasillos interminables
donde la mente se pierde buscándose.
Allí habita el insomnio,
arquitecto de mundos que nunca existen.

320

 
El silencio de las estatuas

No hablan,
pero guardan más voces que los vivos.
Cada grieta en su piel de piedra
es una palabra detenida en el tiempo,
esperando que alguien la escuche sin oídos.

319

 
El espejo sin reflejo

Un espejo vacío no devuelve rostros,
devuelve preguntas.
En su superficie habita la ausencia,
y quien se asoma demasiado
termina por no reconocerse.


318

 
El río que sube al cielo

No todo río desemboca en el mar.
Algunos ascienden, contrarios al mundo,
y se disuelven en nubes que nunca llueven.
Son ríos que olvidaron su destino
para recordar su origen.