Cuando ya no esperas nada
Hay un punto en que el deseo se cansa,
y lo que dolía deja de doler,
pero no porque haya sanado.
Simplemente se disuelve.
Y justo ahí,
en ese instante sin forma ni nombre,
algo comienza a vibrar.
No sabes qué es,
pero sabes que es tuyo.
Y te quedas.
Solo para escuchar.